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in Revista Chilena de Antropología
Paisajes para la nación, paisajes para la congregación. El espacio fueguino a los ojos de Fagnano y Lista
Resumen:
En agosto de 1886, el presidente Julio Argentino Roca firmó un decreto mandando a realizar la primera expedición oficial dirigida a explorar por tierra el norte y este de la parte argentina de la Isla Grande de Tierra del Fuego. La misma estaría al mando de Ramón Lista y contaría con el misionero salesiano Giuseppe Fagnano como capellán. El presente artículo analiza las formas en que Lista y Fagnano experimentaron el viaje y el recorrido de los “nuevos” espacios, cómo dialogaron con las observaciones previas de otros viajeros y qué elementos valoraron del paisaje. Para eso realizaremos una lectura transversal de los registros escritos que ambos personajes dejaron asentados durante y después de la realización del viaje. Sostenemos que estos escritos contribuyeron a la configuración de un paisaje polisémico del norte y este de la Isla Grande, nutriéndose de los aportes de otros viajeros y construyendo imaginarios geográficos para los lectores de sus escritos.
INTRODUCCIÓN
La firma del tratado de límites entre Argentina y Chile en 1881 tuvo como consecuencia un despliegue territorial en Tierra del Fuego por parte de ambos Estados en formación, con el objetivo de conocer el archipiélago y de reafirmar la soberanía nacional sobre éste. La expedición italo-argentina de 1881-1882 -cuyo líder científico fue Giacomo Bove- y el viaje de la comitiva comandada por el comodoro Augusto Lasserre 1 son ejemplos de estas acciones impulsadas por el Estado argentino para reconocer y controlar las zonas estratégicas. Sin embargo, la parte norte y este del archipiélago fueguino todavía no se había explorado por vía terrestre, por lo que en 1886, el presidente Julio Argentino Roca declaró de interés nacional la exploración de la parte argentina de Tierra del Fuego. La misma comenzó su recorrido en la bahía de San Sebastián, al norte de la Isla Grande, y continuó por vía terrestre hasta llegar a Bahía Thetis, al extremo este de la isla. Ramón Lista -el comandante de la expedición- y Giuseppe Fagnano -el capellán- dejaron registro de sus experiencias a lo largo del viaje y de sus impresiones sobre el territorio fueguino y los grupos indígenas que lo habitaban. El comandante elaboró un detallado informe y un diariode viaje. El misionero, por su parte, asentó su experiencia en una serie de cartas que envió asus superiores.
Sostenemos que el análisis de la primera expedición oficial 2 dirigida alsector nororiental de la Isla Grande deTierra del Fuego (1886-1887) contribuye a comprender la organización y la representación del territorio fueguino durante las últimas décadas del siglo XIX. Al estar relacionados con instituciones diferentes, los registros nos permiten acceder a los objetivos y expectativas que cada uno tuvo respecto de la inspección ocular de Tierra del Fuego. Consideramos que estos personajes resultaron fundamentales en el transcurso de la empresa exploratoria, debido a los roles que cumplieron y el protagonismo que adquirieron a lo largo del viaje según los testimonios de otros integrantes 3 . Así, este artículo analiza las formas en que Lista y Fagnano experimentaron y narraron el viaje y el recorridode los “nuevos” espacios, cómo dialogaron con las observaciones previas de otros viajeros y qué elementos valoraron del paisaje.
A continuación, detallaremos algunas precisiones teórico-conceptuales que enmarcan nuestro análisis. Asimismo, presentaremos las fuentes que hemos utilizado para la investigación y las formas en las que las abordamos. En segundo lugar, abordaremos los aspectos del paisaje que adquieren mayor relevancia en los relatos de Lista y Fagnano, ya sea por un énfasis intencional de los mismos autores o por las diferencias que detectamos en los modos en que trataron narrativamente la información. Finalmente, sintetizaremos los resultados obtenidos en la investigación. ( Figura 1 ).
MARCO TEÓRICO Y FUENTES DOCUMENTALES
En primer lugar, vale detallar los conceptos instrumentales utilizados a lo largo del trabajo, haciendo foco en las nociones de paisaje, territorio y espacio, que son nodales en nuestra investigación. Las formas en que estos conceptos se han abordado son muy variadas y difieren entre disciplinas, así como entre autores dentro de una misma tradición disciplinar. A fin de resolver operativamente las diferencias dentro de la bibliografía especializada, partimos de una definición basada en la de Enrique (2015). Así, entendemos el paisaje como una construcción social que refleja las valoraciones, usos y representaciones de los espacios por parte de los actores en un determinado contexto histórico, más allá del sentido visual que se atribuye al término en general (Cosgrovey Daniels,1988; Penhos, 2018). A su vez, siguiendo a Bender (1993), sostenemos que el paisaje es de carácter polisémico: pueden existir distintas conceptualizaciones sobre un mismo espacio. En nuestro caso, ésto se evidencia en la variedad de escritos sobre la expedición que fueron producidos por sus integrantes, lo cual posibilita entender las diferencias en las valoraciones del espacio y los conflictos al respecto. En relación con ésto, es necesario también abordar la dimensión experiencial del paisaje ( Ingold y Vergunst ,2008 ) y prestar atención a las maneras en que los sujetos transitan los espacios, los viven y representan (Grossberg,1992).
Circunscribimos el término espacio a la dimensión física del terreno y el de territorio a la expresión de las relaciones sociales construidas en dicho espacio, las cuales —siguiendo la distinción hecha por Enrique (2015 )— implican sociabilidad, temporalidad y acciones sobre él. Partimos de una idea de territorio dinámico y cambiante, similar a la definición de espacio propuesta por de Certeau (1996), el cual sería organizado y experimentado por los sujetos a partir de distintas narrativas espaciales. En esta línea, entendemos que la territorialidad es la valoración que los sujetos hacen de su entorno, vinculándose con él y representándolo socialmente a lo largo del tiempo, lo cual está atravesado por relaciones de poder. Por ésto, debe tenerse en cuenta que la producción de los territorios es de carácter procesual y contextual (Hirsch,1995; Ingold , 1993 ).
De acuerdo con Duncan (1990), sostenemos también que el paisaje puede ser abordado como un texto. Así, podemos atender a los silencios y los énfasis para analizar sus múltiples representaciones. Del mismo modo, esto permite dar cuenta de las relaciones de poder que se presentan en momentos particulares y cómo se ven reflejadas de manera escrita y visual en el paisaje. En consonancia con Cosgrove (1998), consideramos necesario destacar al paisaje en tanto producción cultural, lo que implica atender al contexto socioeconómico en el que este fue creado. Siguiendo esta línea, pensamos que las representaciones de un paisaje pueden reflejar distintas concepciones sobre la sociedad y la naturaleza y un cierto orden estético vinculado con los grupos sociales que las producen.
Sostenemos que el análisis de las narrativas asociadas con esta travesía permite comprender la construcción de territorialidades en Tierra del Fuego a fines del siglo XIX, puesto que han dejado registrada la exploración, interpretación y medición de un espacio hasta ese entonces considerado inexplorado. Además, planteamos la necesidad de abordar la expedición comandada por Ramón Lista a Tierra del Fuego (1886-1887) atendiendo a los procesos de producción del paisaje; es decir, a prácticas concretas de espacialidad como la observación, el registro, el asentamiento, la representación, etc. (Lefebvre, 2016; Penhos, 2018). Concebir al paisaje como algo producido socialmente nos permite estudiar los aportes de distintos actores sociales a su configuración, al tiempo que se advierten las huellas de las asimetrías de poder en los registros escritos por los expedicionarios, vinculadas a la persecución y el silenciamiento sufrido por los nativos de la isla.
En cuanto a las fuentes analizadas, consideramos el libro “Viaje al país de los Onas”, publicado en 1887 por Ramón Lista. La obra está compuesta por tres partes, en las cuales incluye, entre otras cosas, un conjunto de cartas que envió a distintas personas desde la Isla Grande durante la expedición, el informe final presentado al Ministro de Guerra y Marina, Eduardo Racedo y el diario de la exploración, en el que Lista narra en primera persona los acontecimientos vividos entre el 31 de octubre de 1886 y el 27 de enero de 1887. El diario de Lista está organizado cronológicamente y narra los hechos de forma sucesiva. En sus escritos aparecen sus percepciones, impresiones y objetivos, realzando su imagen como comandante, de manera similar a lo que ocurría con los informes de funcionarios coloniales (Nacuzzi et al., 2018 ).
Otras de nuestras fuentes principales son tres cartas que el capellán salesiano Giuseppe Fagnano envió a sus superiores Giovanni Cagliero y Giovanni Bosco —conocido comúnmente como Don Bosco—y que luego fueron publicadas en el Boletín Salesiano en español e italiano. El misionero redactó estas cartas sobre la base de las notas que él mismo había tomado durante el recorrido por el norte y este de la Isla Grande, por lo que nos permiten rastrear sus sensaciones y experiencias respecto del viaje y los sujetos que habitaban el espacio fueguino ( Ortiz , 2020). Particularmente, analizamos las cartas que el capellán envió desde Tierra del Fuego con destino a Carmen de Patagones y a Turín —ciudad capital de Piamonte, donde fue fundada la Congregación y se ubicaba la imprenta de la Librería Salesiana—,y que se publicaron entre octubre de 1887 y febrero de 1888 en las ediciones del Boletín Salesiano de Italia. Estos escritos estaban dirigidos a receptores privados a quienes Fagnano dedicó palabras de afecto, aunque utilizó un registro que evidencia que su intención era que fueran eventualmente publicadas. En este sentido, las cartas tenían dos destinatarios: uno explícito, el destinatario de la carta, y otro implícito, los lectores del Boletín, tal como señala Bottiglieri (2017 ).
Además, hemos leído las cartas e informes buscando indagar el contexto en que fueron escritos, ya que resulta crucial observar las condiciones de producción de la documentación y, en relación con esto, los intereses de sus autores, como advirtió Nacuzzi (2018, 2002). Asimismo, fue necesario considerar cómo las fuentes se complementaban entre sí: ponerlas en diálogo nos brindó nueva información sobre sus énfasis y omisiones y sobre cómo las ideas de cada autor atravesaban sus producciones, construyendo una narrativa sobre el paisaje fueguino y sus habitantes. Las impresiones que los actores tenían del espacio físico y de los nativos con los que interactuaron, así como la forma en que registraron, narraron y ordenaron su experiencia, estuvieron permeados por sus propias experiencias de vida y sus bagajes conceptuales. Por ello, resulta importante mantener una vigilancia metodológica y epistemológica que atienda a los sesgos de los autores en los documentos con los que trabajamos, incluso en los casos que pueden parecer imparciales o incluir información numérica, como medidas o cálculos cuantitativos (Langer,2001).
NARRAR LOS “NUEVOS” ESPACIOS DE LA NACIÓN. LA EXPEDICIÓN EN CONTEXTO
Las expediciones científicas y militares que se adentraron en las actuales regiones patagónica y chaqueña a finales del siglo XIX buscaban dar a conocer los nuevos rincones del territorio nacional, espacios sobre los que el estado Argentino proyectaba su expansión, pero que aún no había ocupado de forma efectiva. Los territorios nacionales ya habían comenzado a ser apropiados a través de representaciones imaginarias, como la metáfora del “desierto” (Zusmany Moraes, 1996). Ésto permitió el ejercicio de cierto tipo de dominación simbólica antes de emprender su ocupación efectiva y a la vez, tuvo un efecto pragmático en los sujetos, alentando y legitimando el avance sobre estos espacios (Wright,1998). La expansión, en términos de Said (2007), no habría sido únicamente militar, sino también textual. Por eso, sostenemos que más allá de ese primer ejercicio de control simbólico desde la metrópolis porteña mediante representaciones sobre los lugares y sus habitantes, el avance y dominio efectivos del Estado y de inversores privados tuvo lugar una vez que se conformaron imaginarios geográficos más detallados, con el aura de precisión y exactitud que le confería el hecho de haber sido producidos a partir de informes científicos y militares. En este sentido, la llegada de la mayoría de empresarios ganaderos al norte y este de la parte argentina de Tierra del Fuego se dio recién después de realizadas las primeras exploraciones científico-militares, que llamaron a poblar la región y explicitaron las ventajas de emprenderen ella.
A fines del siglo XIX, tanto el gobierno nacional como la Congregación Salesiana tenían establecidos o proyectados enclaves desde los cuales apuntaban a expandir susdominios hacia el resto del archipiélago. El Estado nacional había instalado la Subprefectura de Ushuaia en 1884 al sur de la isla, sobre el canal Beagle, mientras que los Salesianos tenían definida la ciudad de Punta Arenas como sitio para la casamatriz de la prefectura, que fundarían en 1887, una vez finalizada la exploración comandada por Lista. Al respecto, Horlent et al.(2020) realizaron un recorrido por las principales exploraciones al archipiélago y su contribución a la configuración de un imaginario social de Tierra del Fuego vinculado con la extremidad y lo inhóspito. Los autores enmarcan el viaje de Ramón Lista por la Isla Grande (1886-1887) en un contexto que caracterizan como el de mayor exploración estatal de la región, y de un carácter más interno y terrestre que de circunnavegación de las costas.
Concordamos con Potteiger y Purinton (1998) en que las narrativas son formas fundamentales que los sujetos tienen para dar forma y significado a su experiencia en el espacio, ya que en ellas se ordenan, nombran y comparten las ideas sobre él. En la misma línea, coincidimos con Risso (2010 ) en que la narrativa de viajes jugó un rol fundamental en el proceso moderno de “narrar la Nación”. Además, el autor sostiene que las excursiones —físicas y textuales—tenían un carácter de peregrinación, capaz de producir conocimiento exclusivo y valioso sobre el “desierto” y que fueron percibidas por las élites nacionales como una continuación de los viajes europeos. En una línea similar, Pratt (2011) afirmó que el imaginario americano se construyó a partir de la apropiación y reelaboración de narrativas producidas desde una visión europea. Si bien, como se verá luego, los viajeros de fines del siglo XIX repensaron muchas de las representaciones de los navegantes previos —quienes muchas veces trabajaban para las potencias europeas—, sus objetivos y formas de proceder pueden enmarcarse en un contexto de colonialismo interno (Navarro Floria, 2003). Así, aún siendo nacionalistas, muchas de las acciones de estos jóvenes exploradores seguían respondiendo a los intereses del capital internacional. También coincidimos con Pratten que la mayoría de los viajes autodefinidos como científicos o hidrográficos nunca fueron exclusivamente de esa índole ni se limitaron a ese objetivo. La literatura de viaje, más que una transcripción inocente de lo visto en las expediciones fue testigo y a la vez, herramienta para la apropiación, la explotación y el dominio de territorios conquistados dentro de procesos de apropiación colonial.
A medida que avanzaban por el territorio, Fagnano y Lista relevaron los recursos disponibles, describieron, midieron e interpretaron el espacio y sus habitantes, y destacaron las ventajas de instalar asentamientos propios (Ortiz,2019, 2020). Enrique (2015 ) sostuvo algo semejante respecto de los registros escritos por exploradores y funcionarios durante el siglo XVIII, que configuraron los territorios reimaginando las representaciones de viajeros previos, y dándoles forma para aquellos que no los conocían por experiencia directa. En su trabajo sobre la expedición a bordo del Beagle (1826-1836), Penhos analizó la forma en que se inventó Tierra del Fuego como “lugar” a principios del siglo XIX mediante informes, dibujos y pinturas producidos por quienes protagonizaron dichas navegaciones. Consideramos que las narrativas relacionadas con este viaje por el archipiélago contribuyeron a formar un imaginario geográfico y etnográfico que luego fue retomado y repensado por Lista y Fagnano. A continuación, analizaremos de qué forma Lista y Fagnano experimentaron el viaje y el recorrido del norte y este de la Isla Grande, de qué manera dialogaron con las observaciones previas de otros viajeros y qué elementos valoraron del paisaje.
PAISAJE(S) DEL NORTE Y ESTE DE LA ISLA GRANDE
En términos generales, Lista enfocó sus observaciones en las condiciones de navegación de los ríos, en la presencia de recursos —mayormente leña y pastos— y en las características de los grupos indígenas con los que interactuó. El relevamiento de recursos estuvo acompañado de comentarios sobre los beneficios que éstos aportarían al desarrollo de la actividad ganadera en la región. Su valoración del espacio se relacionó con sus objetivos de producir conocimiento científico y a la vez de promocionar las tierras como promesas de desarrollo económico para despertar el interés de inversores internacionales. En esta línea, en una carta enviada a Bartolomé Mitre desde Bahía Thetisen enero de 1887, expresaba que:
En las praderas orientales está el porvenir pastoril de la América magallánica, y en la región boscosa encontrarán los buscadores de metales el aliciente de ricos veneros. Ésta es la verdadera Tierra del Fuego argentina, según mis recientes impresiones; y espero que en breve serán corroboradas las afirmaciones del esplorador por la palabra de los pastores y de los mineros (Lista, 1887, p.29).
Con ésto en mente, adoptó un tono técnico, con menciones que pretendían ser precisas y con terminología propia de la geología y la biología. Por su parte, Giuseppe Fagnano destacó la presencia de recursos, pero con el objetivo de evaluar el espacio para establecer una misión Salesiana en la zona, por lo que los recursos identificados y comunicados no buscaban tentar al empresariado ganadero, sino más bien relevar el potencial de las tierras para que la misión se asentara y garantizara su sustentabilidad. Por ende, la forma en que describe la zona resalta más sus características visuales, y su lenguaje es menos especializado que el de Lista. En sus cartas intenta, además, que estos espacios sean imaginables para los lectores lejanos del Boletín Salesiano, incorporando referencias visuales en su relato.
Consideramos que las cartas de Lista expresan las tres direcciones a las que puede conducir la observación atenta de la naturaleza según Todorov (2019) y se destaca un aspecto por sobre otro dependiendo el destinatario. Por una parte, puede ser una interpretación meramente eficaz y pragmática —en especial cuando se trata de asuntos de navegación y relevamiento de recursos—. Por otra, puede dar lugar a una interpretación finalista, donde los signos confirman las creencias y esperanzas que uno tiene previamente. Por último, puede darse una admiración intransitiva, en la que el sujeto contempla la belleza de algo sin pensar en su utilidad o en las riquezas que promete. En cambio, Fagnano no adoptó un tipo de escritura particular dependiendo de a quien envió las cartas, ni enfatizó en un aspecto del paisaje por sobre otro. Un fragmento de su informe muestra el tono general del escrito, en el que se mezclan admiración, relevamiento de recursos y peticiones a las autoridades de la Congregación:
A las 3 de la tarde ascendí, caminando, la cumbre de la colina este; Me deleitaba mucho contemplar la belleza de la bahía, las colinas y los hermosos valles circundantes cubiertos de hermosos pastos, abundantes en agua dulce y, de vez encuando, cubiertos por extensos arbustos de mata-negra. Vinieron volando pequeñas aves con sus alas ligeras y coloridas a unos veinte pasos de mí, y comenzaron a picotear placenteramente las migas de pan que les estaba arrojando. Se alegraron enormemente de nuestra atención con sus desconocidos y suaves gritos. ¡Oh, cuántome gustaría estar rodeado de salesianos y cohermanos para darles la regeneración y la conversión a estos infelices habitantes junto con ellos! (Fagnano,1887, p. 128).
De modo general, el diario de Lista y las cartas de Fagnano resaltaron notablemente la belleza de los lugares observados. Sin embargo, también fueron detallistas a la hora de hablar de la hostilidad de la naturaleza en algunos tramos del viaje y de los obstáculos que presentaba al grupo. La forma en que enfatizaron las dificultades que imponía el terreno revela las intenciones de los expedicionarios de resaltar sus logros y su valía a la hora de enfrentar obstáculos. En el caso de Fagnano, el misionero se mostraba como alguien valiente, con dichas y desgracias, para parecer más comprometido y entregado con la causa salesiana, lo que invitaba a los lectores a reforzar las donaciones.
En el caso de Lista, la mención a los obstáculos naturales también es acompañada por comentarios sobre cómo fueron enfrentadas por el grupo expedicionario, gracias a su correcta conducción como jefe. No obstante, no expone todas las dificultades que los exploradores atravesaron a lo largo del derrotero. Es notable la omisión de algunos sucesos a los cuales podemos acceder apartir de contrastar sus registros con los del capellán y del cirujano Polidoro Segers. Gran parte de dichos inconvenientes tuvo lugar durante el desembarco en bahía San Sebastián y, luego, en el cruce de los ríos del norte de la Isla Grande.
Respecto de la experiencia de los viajeros durante el recorrido del territorio, advertimos que la interpretación y narración del espacio se basó en los marcos de referencia que cada uno tenía al inicio de la expedición, en el sentido de Sahlins (1997). El autor abordó las tensiones entre las estructuras culturales y los acontecimientos históricos, lo que nos permite pensar en la relación entre lo que Lista y Fagnano observaron y experimentaron y sus preconceptos acerca del paisaje fueguino. A la vez, nos posibilita plantear que ambos interpretaron y describieron sus descubrimientos haciendo referencia a lo conocido o a lo que esperaban que sus lectores ya conocieran. Ésto no fue únicamente una estrategia de escritura, sino que les permitió intuir, sobre la base de conocimientos previos de otros lugares que consideraban similares, qué madera era apta para leña, qué zonas eran más cómodas para acampar o qué bahías más seguras para navegar. Por ejemplo, con respecto a las frutas que hallaban, Fagnano comentó que al subir a una colina encontraron “algunas frutas del mismo agradecido sabor que nuestras uvas pasas” (Fagnano,1887, p. 142). Por su parte, Lista mencionó un grupo de “helechos, violetas amarillas y preciosas ‘winterias’ (Drymis), cuyas hojas y aspecto en general, me recuerdan las magnolias de nuestros jardines” (Lista,1887, p.103). Incluso el comandante fue más allá, y describió algunos aspectos generales de Tierra del Fuego haciendo referencia a lugares míticos y paisajes de Europa, mientras destacaba las cualidades excepcionales de sus tierras:
El aspecto de esa tierra, incógnita hasta ayer, es bellísimo: tiene algo de Noruega y no poco de Suiza, y si está muy lejos de ser un Heden ó un El Dorado, no por ello es menos rica y fértil, aunque en vez de áureas arenas posee filones de cobre y desmenuzante liguita, bajo cuyos mantos solevantados, tal vez encuentre la industria contemporánea el combustible hullero, que es fuerza y progreso. Mirada en sus valles pastosos, en sus densas y exuberantes florestas, la Tierra del Fuego se presenta al espíritu como una revelación de futura riqueza pastoril, como un “oásis” en medio de las escuetas y resquebrajadas esquistas de la América magallánica (Lista,1887, p. 48).
Esta forma de narrar el paisaje fueguino como una versión nacional de lugares europeos no es un ejemplo aislado. De hecho, era una tendencia entre los jóvenes viajeros criollos de finesdel siglo XIX, que comúnmente citaban lo dicho por otros exploradores y tomaban como referencia sitios conocidos y valorados en Europa ( Navarro Floria, 2008). En este sentido, es significativo el trabajo de revisión bibliográfica realizado por Lista en el libro que publicó, mediante el cual alude de manera más o menos explícita a sus antecesores, como Darwin, Fitz Roy, Serrano Montaner y Giacomo Bove. No obstante, durante este período afines del siglo XIX, también predominaba el interés de los jóvenes exploradores por destacar las características productivas de la Patagonia, desmitificando el rigor del clima de estos paisajes (López, 2003). Así, en Lista es frecuente la contraposición con los postulados de otros viajeros y la intención explícita de desmentir las “observaciones erróneas” anteriores. En relación con ésto, resulta interesante la manera en que el comandante valoró ciertos elementos del paisaje, como la temperatura o el aspecto de la flora. En su afán por resaltar las virtudes del terreno, en contraposición con lo que algunos navegantes europeos habían dicho sobre su hostilidad e improductividad, Lista describió un paisaje templado:
Los árboles crecen hasta una altura de 1200 pies, y su densa y verde maraña me recuerda las vírgenes florestas del trópico, y para que la ilusión sea más completa, apenas se adelanta uno en el follage, aparecen los bellos helechos del género lormaria, que semejan pequeñas palmeras de los climas cálidos (Lista, 1887, p. 132).
Hay que recordar que la expedición fue llevada a cabo entre los meses de noviembre de 1886 y enero de 1887, durante la estación de verano en el hemisferio sur, lo cual podría explicar, en parte, las alusiones a un clima tropical por parte del explorador. En una carta enviada al presidente Juárez Celman, Lista (1887) aseguró también que la temperatura era muy variable, pero que hasta la fecha no había “anotado ningún descenso termométrico que pueda comprobar en algo la creencia errónea de que la Tierra del Fuego es una nueva Siberia” (Lista,1887, p.26). La convicción del explorador es anterior a su experiencia, y ésta está determinada, en parte, por el resultado al que espera llegar, tal como señala Todorov (2019) para el caso de Cristóbal Colón. Así, Lista no descubrió una Tierra del Fuego fértil y tropical, sino que la encontró en el lugar donde “sabía” que estaría. Ésto puede observarse, por ejemplo, en la carta enviada en 1886 a quien en aquel entonces se desempeñaba como ministro de Guerra y Marina, Carlos Pellegrini, y en el artículo publicado ese mismo año en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino. En ambos escritos —elaborados meses antes de empezar la travesía—Lista anticipó que la región había sido injustamente desvalorizada y que, en realidad, escondía un paisaje bello que prometía prosperidad.
Además, estas valoraciones y descripciones del espacio fueguino estuvieron atravesadas por las circunstancias históricas, entre las cuales destacamos el conflicto limítrofe entre Argentina y Chile. Ambos países firmaron el tratado en 1881 por presiones coyunturales como la Guerra del Pacífico (1879-1884), a pesar de no coincidir en varios artículos. Esto llevó a que los conflictos no cesaran y se apresurara la definición de algunas demarcaciones limítrofes, que resultaron imprecisas debido al poco conocimiento que existía sobre la geografía austral (Rodríguez,1985). Posteriormente, también se dieron una serie de malentendidos con respecto a las marcaciones establecidas y cada país argumentó a favor de una ubicación de la línea limítrofe que le permitiera ganar más kilómetros de territorio. En el caso de Tierra del Fuego, uno de los puntos en disputa fue la división de aguas, es decir la definición de la divisoria que trazaba la separación entre las dos vertientes limítrofes, así como la ubicación de la línea imaginaria que separaba la parte argentina de la Isla Grande de la parte chilena. Argentina pidió la revisión del tratado exigiendo la aclaración de algunos artículos que, según cómo fueran interpretados, otorgaban dominio de parte de la bahía de San Sebastián a Chile, a diferencia de las indicaciones en los mapas del tratado. Las tensiones entre ambos países duraron varios años, hasta que se firmó el Protocolo de 1893, mediante el cual se aclararon algunos aspectos del tratado del 81, tras la inspección y medición del terreno por parte de nuevos peritos.
En el caso de Lista, la intención de resaltar las bondades del paisaje se vuelve más notoria en las zonas cercanas a la frontera y en las más navegadas por embarcaciones extranjeras. Dicho objetivo tenía un fundamento en gran parte económico, porque buscaba incluir al lado argentino de la Isla Grande en la competencia por ofrecer tierras para el capital internacional. Asimismo, respondía a motivos estratégicos, ya que en su recorrido el comandante marcaba, medía y describía los espacios para impulsar su poblamiento. Los asentamientos proyectados, fueran subprefecturas o colonias, significaban también enclaves de control sobre los cuales asegurar la soberanía. En una de las cartas enviadas desde Bahía Thetis, Lista aprovechó la ocasión para desvalorizar públicamente el lado chileno del archipiélago, algo que también repitió en otros pasajes del libro:
Háse llamado inhospitalaria, estéril y hasta inhabitable á la grande isla austral, por un error consagrado por el tiempo y escritores sedentarios que no hicieron otra cosa que repetir las fábulas de algunos navegantes de imaginación poética ó negligentes y difusos en sus afirmaciones; las que, siendo exactas por lo que respecta á la vertiente occidental de la Tierra del Fuego, hoy chilena, son falsas y ridículas en cuanto atañe á las comarcas orientales, en la actualidad del dominio argentino (Lista, 1887, pp. 27-28).
Por último, los relatos aparecen acompañados de sugerencias a sus superiores. En el caso de Fagnano, las descripciones sobre la naturaleza, su belleza y los lugares que considera más ricos en recursos económicos suelen mezclarse con solicitudes de apoyo al Estado argentino y a Don Bosco. Considerando que estos relatos fueron plasmados en cartas que serían publicadas, cabe pensar que dichas peticiones también eran dirigidas a los lectores del Boletín Salesiano, es decir, a los potenciales colaboradores. En una de las cartas enviadas desde Tierra del Fuego, Fagnano afirmó que se necesitaba personal, una vivienda o refugio, una capilla, ropa y comida para los indígenas, y agregó que el gobierno nacional podría con facilidad “civilizar a esos pobres salvajes pasándoles alguna ración de víveres y erigiendo entre ellos una escuela para hombres y otra para las hembras como centro de la Misión”(Fagnano, 1887, p. 17). De esta manera, al describir las zonas ventajosas para instalar las misiones y las bondades de los indígenas con los que interactuaba, el salesiano expresaba sus deseos de regresar al lugar para erigir un asentamiento misional. Además, al narrar el paisaje a partir de “haber estado ahí”, el misionero contribuía a la formación de un imaginario sobre la Patagonia como espacio misional salesiano, en un contexto en el que la congregación se estaba disputando con los Estados argentino y chileno la posibilidad de misionar en la región ( Nicoletti, 1999 ; Nicoletti y Fresia ,2014 ) 4 .
En los escritos de Lista, la mención de zonas adecuadas para instalar estos establecimientos a las autoridades militares y civiles era evidente en los casos en que evaluaba y describía el estado de las costas. Estos comentarios se referían principalmente a las óptimas características de determinadas bahías para establecer edificios de apoyo a los navegantes, como faros y subprefecturas. Además, estas construcciones cumplirían la función de controlar las costas orientales del archipiélago. En el informe enviado desde Bahía Thetis al presidente de la república Juárez Celman, el comandante recomendaba erigir la Subprefectura de la isla en la bahía Buen Suceso. Cabe recordar que, una vez finalizado el tramo por tierra de la expedición, la mayoría de la comitiva —incluido el capellán—fueron enviados de regreso al continente. Lista continuó el recorrido por vía marítima hasta Punta Arenas, pasando por Ushuaia. Durante este trayecto realizó más observaciones sobre el estado de la misión anglicana y la ciudad de Ushuaia, y sugirió el traslado de la Subprefectura —instalada a orillasdel canal Beagle— a la Península Mitre. En el “Informe sobre la exploración Marítima”enviado en enero de 1887 al ministro de Guerra y Marina, aseguró que:
Teniendo en vista, señor Ministro, las excelentes condiciones naturales de [la bahía] Buen Suceso, soy de opinión que debe ser trasladada a esa bahía la Sub-prefectura de la Tierra del Fuego, que continuando en Ushuaia (Canal del Beagle) no prestará ningún servicio a la navegación por la gran distancia a que ella se encuentra de la ruta del Cabo de Hornos; mientras que, establecida en Buen Suceso, que solo dista 7 millas del cabo San Diego y 20 de la isla de los Estados, es indudable que prestaríagrandes servicios a los ochocientos a más buques de todas las banderas, que cruzan anualmente el estrecho de Le Maire (Lista,1887, pp.43-44).
En relación con ésto, las memorias navales del pailebot Piedrabuena (1887), escritas por el alférez de fragata Márquez, muestran que la intención de trasladar la delegación de dicha subprefectura era previa a la realización de la expedición de Lista. De esta manera, ambos se enfocaron en evaluar las condiciones de la bahía y contribuyeron a definirla como el nuevo destino para el asentamiento 5 . Como ya indicamos, las valoraciones del espacio se centraron mayormente en sus aspectos económicos y su potencial para el desarrollo de la actividad ganadera y minera, pero también en la dimensión estratégica de control del territorio fueguino.
Hemos analizado los procesos de narración, imaginación y manipulación del paisaje en términos de gardening, siguiendo la propuesta de Cosgrove (2008). El autor utiliza esta metáfora para referirse a la domesticación imaginaria de un espacio mediante la modificación intencional de las características que le asignaron otros agentes con anterioridad. Teniendo en cuenta que “fijar un límite entre lo silvestre y lo cultivado es el acto primario de la jardinería”(Cosgrove, 2008: 53), la noción de gardening resulta útil, además, para designar las modificaciones de los límites entre Chile y Argentina y el establecimiento de nuevas fronteras entre las tierras “propias” y las de “otros”. Esta “transformación” del espacio se llevó a cabo mediante múltiples operaciones que contribuyeron a la producción social del espacio (Lefebvre,2016), al medirlo, observarlo, admirarlo, nominarlo y representarlo, y a la vez permitieron una apropiación de estos espacios en nombre de las instituciones a las cuales cada explorador respondía. Así, Fagnano y Lista percibieron el paisaje, lo delimitaron y lo definieron según los parámetros hegemónicos de su propia sociedad capitalista y occidental, priorizando los aspectos productivos de la tierra y sus potenciales para el negocio ganadero y aurífero.
Sostenemos que, a través de este recorrido, los viajeros configuraron un espacio vivido y experienciado, en términos de de Certeau (1996), quien destacó la movilidad de los sujetos como elemento constitutivo del espacio que éstos construyen y sostuvo que existen tantos espacios como experiencias distintas. A su vez, afirmamos que las representaciones plasmadas por el capellán y el comandante de la expedición configuraron un paisaje polisémico distinto al anterior y aportaron a la invención del norte y este de la Isla Grande como lugar para la nación argentina, y para los inmigrantes italianos y lectores del Boletín Salesiano. Entendemos que los lugares constituyen espacios físicos que son significados, apropiados, narrados por los sujetos y cargados de simbolismo y valor identitario (Augé, 2000; Harvey,1977). En esta línea, inventar lugares, si retomamos la propuesta de Prats (1997), implica un proceso de contextualización y recontextualización de elementos o de composiciones de elementos que, al ser ubicados en un nuevo contexto, contribuyen a crear una nueva realidad, con otro sentido.
En este sentido, señalamos que aquello que los sujetos observaban en el espacio puede ser representado por tropos o convenciones, lo que daría como resultado distintas versiones de un mismo lugar, en las que conviven ficción y realidad, tal como argumenta Penhos (2018) en su análisis sobre la expedición a Tierra del Fuego a bordo del Beagle (1826-1836). En este artículo, dimos cuenta de las versiones de Lista y Fagnano, que contribuyeron a conformar el noreste del archipiélago fueguino en las representaciones oficiales como un lugar cuya ocupación era vista como inevitable y necesaria y que estaba siendo “liberado” de la presencia indígena de forma material y simbólica. Así, el paisaje del norte y este de Tierra del Fuego se configuró mediante representaciones del espacio fueguino como promesa económica, zona estratégica y espacio misional, desdibujando las territorialidades indígenas a través demúltiples procesos de producción del espacio.
CONSIDERACIONES FINALES
Hemos abordado esta expedición como un caso relevante para comprender la organización y representación de parte del archipiélago fueguino durante fines del siglo XIX. Para eso, en primer lugar, expusimos nuestro marco teórico y presentamos las fuentes analizadas, así como las formas en las que las abordamos metodológicamente. Luego introdujimos el caso en relación con el contexto en el que tuvo lugar, enfatizando algunos aspectos clave que nos interesaba analizar. A continuación, presentamos los aspectos del espacio que adquirieron mayor relevancia en los relatos de Lista y Fagnano. Ésto nos permitió dar cuenta de las formas en que experimentaron y narraron el viaje y el recorrido. Al respecto, señalamos que, en general, Lista valoró el espacio desde una óptica estratégica y una económica dirigida principalmente a los inversores ganaderos y auríferos, mientras que Fagnano resaltó la existencia de pastos y leña disponibles como medios de subsistencia para una futura misión salesiana en la zona. Partiendo de entender al paisaje como una construcción social polisémica (Bender,1993) que es configurada y organizada por los sujetos mediante distintas narrativas espaciales (de Certeau,1996;Potteiger y Purinton,1998), mostramos que el comandante y el capellán representaron y relataron distintas versiones de un mismo espacio sobre la base de sus objetivos, trayectorias de vida y experiencias.
El abordaje realizado nos permitió plantear nuevos interrogantes acerca de la configuración del paisaje del norte y este de Tierra del Fuego a fines del siglo XIX. Tras la idea de un paisaje bello, pintoresco y exótico existen relaciones de poder vigentes en el contexto temporal y espacial en que este se ha construido. Al respecto, un aspecto a seguir profundizando son los procesos de silenciamiento de los saberes indígenas sobre el territorio, brindados por los guías y prisioneros, y de los cuales tanto el comandante como el capellán se sirvieron para recorrer e interpretar el espacio.
En síntesis, como hemos mostrado a lo largo de este artículo, los expedicionarios observaron, midieron, registraron y relataron el espacio al recorrerlo. Al definir zonas de relevancia y caminos posibles para la navegación y el tránsito por vía terrestre, Lista y Fagnano dejaron plasmadas configuraciones territoriales, que nos permiten conocer sus “mapas” mentales (Enrique,2018), los cuales reflejan sus puntos de vista sobre el territorio y sus habitantes. Además, estas narrativas espaciales promovieron la incorporación de las áreas consideradas “vacías o desérticas” a los países en formación (Navarro Floria,2006). Sostenemos que cada uno de los integrantes de la expedición interpretó el paisaje según sus objetivos y su perspectiva sobre el norte y el este de la isla y sobre quienes allí vivían, en lugar de producir un único imaginario monolítico y homogéneo.
Resumen:
INTRODUCCIÓN
MARCO TEÓRICO Y FUENTES DOCUMENTALES
NARRAR LOS “NUEVOS” ESPACIOS DE LA NACIÓN. LA EXPEDICIÓN EN CONTEXTO
PAISAJE(S) DEL NORTE Y ESTE DE LA ISLA GRANDE
CONSIDERACIONES FINALES