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in Boletín de Filología
El marcador dice en las narraciones orales del español andino de Juliaca (Perú)
Resumen:
Desde los años 70 del siglo pasado, investigadores como A. Escobar (1978), Granda (2001), Cerrón-Palomino (1987, 1994), A. M. Escobar (2001) y Andrade (2007, 2017), entre otros, han señalado el marcador dice junto a otras formas como dizque, dice que o diciendo, como uno de los rasgos más característicos del español andino. La bibliografía muestra que, mientras en el español sin contacto dice mantiene su uso citativo original propio de la semántica del verbo decir, en el español andino ha adquirido un papel discursivo, como marcador de evidencialidad. Además, Andrade (2007, 2017) ha constatado que en el español de Perú dice tiene también un valor narrativo, y un valor citativo cuando aparece en la forma diciendo, lo que indicaría que dice está en un proceso de gramaticalización convirtiéndose en un marcador discursivo. A través del análisis de un corpus oral de hablantes bilingües de Juliaca (Perú), donde los colaboradores narran historias que han ocurrido en la zona, leyendas o mitos, intentaremos contribuir al estudio de dice describiendo el valor que aporta en el discurso este marcador; su comportamiento sintáctico y sus características semánticas. Además, observaremos cómo el contacto del quechua con el español en esta área ha contribuido en incorporar a dice nuevos valores.
1. INTRODUCCIÓN
Nota 1
En el español andino en contacto con lenguas amerindias, las formas dice, dice que, dizque o diciendo poseen valores evidenciales, valores muy distintos a los propios de su sentido léxico verbal tradicional. Esto ha originado el interés de numerosos estudios recientes. Autores como De Granda (2001), Fernández Lávaque (1998 ), Andrade (2007 , 2017), Dankel (2017 ), Dankel y Soto (2012), Olbertz (2005 ), Babel (2009 ), entre otros, han relacionado estas formas del verbo decir en español con elementos gramaticales evidenciales del quechua. Aunque el español no es una lengua con un sistema gramatical evidencial, en las variedades del español en contacto con el quechua encontramos estrategias discursivas en donde la evidencialidad está presente y esta se refleja en el empleo de estructuras como las mostradas a continuación cuando los hablantes narran historias no personales.
(1) Ese hombre se pareció dice. (Andrade 2007: 57)
(2) La quechua que hablamos dicen pues que no vale. (Escobar 2001: 220)
(3) F. Tortolita creo que lo llaman. Sí, anteayer también dice que ha estado tocando su ventana [la ventana de la interlocutora]…
E. Ah, ¿sí?
F. La señora Juana dice. (Andrade 2007: 62).
En el caso de (1) tenemos un uso en donde dice tiene un valor reportativo, es decir, se considera un elemento evidencial que señalaría que la información que se transmite (el hombre se pareció) ha sido conocida de oídas y el hablante no especifica la fuente de información. En (2), se presenta otra forma reportativa del verbo decir, en este caso, flexionada en la tercera persona del plural del presente del modo indicativo (dicen); con esta forma tampoco se presenta la fuente la información. En (3) se observa un diálogo entre dos personas en donde el primer hablante prefiere en un primer momento ocultar la fuente de la información, mediante la locución reportativa dice que. Sin embargo, dado el interés que muestra la segunda persona en la conversación, el hablante decide especificar la fuente en su segunda intervención con la forma dice. En este caso dice tiene un valor citativo, ya que cita indirectamente, a diferencia de la forma dice que (reportativa) de su primera intervención.
En los últimos años Andrade (2007 , 2017) ha constatado que en el español de Perú dice tiene, además, un valor narrativo, y un valor citativo cuando aparece en la forma diciendo, lo que indicaría que dice está en un proceso de gramaticalización convirtiéndose en un marcador discursivo.
(4) Dentro dice sigue escuchando dice pue ahí dis se apareció un ruido: “¡Taj raj! ¡taj raj!” (Andrade 2007: 68).
(5) “Donde cae agua hay vida, hay hombre, hay seres vivientes”, diciendo, en homenaje al agua colocaron Yarjacancha (Andrade 2017: 65).
En el ejemplo (4) Andrade (2007 : 68) sugiere que la forma dice (y la variante dis) aparecida al inicio y en el cuerpo del relato ha perdido su valor léxico para marcar el ‘mundo narrativo’, el hablante, de este modo, diferencia así un cuento, una leyenda, un relato de una conversación del habla cotidiana, es decir, una conversación del ‘mundo real’. A diferencia de los usos reportativos de (1), (2) y (3), en (4) el hablante no puede afirmar que lo que comunica tenga un origen en alguna persona concreta que se haya decidido no especificar. Por último, en (5) encontramos diciendo, con un valor citativo. Esta forma del verbo decir apunta citas directas. Andrade (2017 : 65) explica que diciendo se sitúa después de la cita y siempre hay un verbo principal al que se subordina la construcción que contiene esta forma; de esta manera, lo define como “un subordinador que enmarca complementos de carácter adverbial pospuesto a ellos”.
En este trabajo buscamos describir los usos y valores de la forma dice en el español andino peruano de la ciudad de Juliaca. Para ello, centramos nuestro estudio en las narraciones orales de hablantes de esta ciudad. Tratamos de mostrar cómo estos nuevos valores de la forma verbal dice encuentran explicación a partir de estructuras de funcionamientos parecidos existentes en la lengua quechua. Consideramos que el contacto del español con el quechua daría lugar a innovaciones lingüísticas en el español. Así pues, el trabajo que desarrollamos a continuación se estructura de la siguiente manera, comenzamos en §2 describiendo aspectos teóricos de la evidencialidad y explicamos cómo la lengua quechua gramaticaliza la evidencialidad. A continuación, en la sección §3, describimos el corpus y la metodología que utilizamos en este estudio. En §4 nos adentramos en el análisis de los usos de las formas dice (y sus posibles variantes) en el español de Juliaca (Perú), vemos sus funciones y estrategias discursivas. En §5 discutimos el porqué de estos usos de dice en esta variedad de español en contacto con el quechua. Para terminar, se concluye el trabajo en §6 con una recapitulación de los aspectos tratados.
2. ACERCA DE LA EVIDENCIALIDAD
Siguiendo a Aikhenvald (2004: 3), la evidencialidad es una categoría lingüística que refiere a la fuente de información o al origen de la fuente de la información; según la autora, esto comprendería la forma en la que la información es adquirida sin relacionarla obligatoriamente con el grado de certeza del hablante respecto a si la afirmación es verdadera o no.
Algunos estudiosos (Chafe y Nichols 1986: VII), por su parte, relacionan la marcación de la fuente de información con el grado de fiabilidad. Según Chafe (1986 ), la evidencialidad en un “sentido estricto” se refiere a marcar la fuente del conocimiento y en un “sentido amplio” se refiere a la marcación de la actitud del hablante hacia su conocimiento de la realidad. Este enfoque de la evidencialidad incluye la especificación de la probabilidad, el grado de precisión o la veracidad de la información, además de otras extensiones normalmente expresadas a través de la modalidad.
En algunas ocasiones, la evidencialidad se integra dentro de la modalidad epistémica. Palmer (1986) crea una jerarquía de evidenciales dentro de una escala epistémica que muestra la posición de mayor a menor confianza de la información según el acceso directo o indirecto a la información, siendo lo visual lo más fiable y la conjetura (assumptive) aquello menos fiable
Investigadores como Plungian (2001 ) señalan que no hay relación entre el grado de confiabilidad y la fuente de la información, dado que una misma fuente de información podría interpretarse más o menos fiable por los hablantes, o que la evidencia indirecta podría interpretarse con más fiabilidad en determinados contextos, dependiendo de quién es la fuente de la información.
Willett (1988) propone una taxonomía que se ha convertido en el punto de referencia en el estudio de la evidencialidad. El autor hace una distinción de tipos de evidencias: directas e indirectas, dependiendo si la fuente de la información es de primera o segunda naturaleza (Figura 2).
Dentro de la evidencia directa e indirecta, Willett (1988) añade distintas distinciones que especifican la forma de obtener la información. Por un lado, el hablante puede percibir la información de manera directa a través de los sentidos, bien por la vista, el oído, u otros, es decir, el hablante puede asegurar la información. Por otro lado, el hablante puede no recibir la evidencia directamente, así el hablante adquiere la información de una fuente de segunda o tercera mano o de oídas, por ejemplo, a partir de historias tradicionales, lo que sería la evidencialidad reportativa. O, también, el hablante puede inferir o deducir la información lo que sería la evidencialidad inferencial.
Aikhenvald (2004: 63-65) completa la clasificación estableciendo distintos tipos de sistemas evidenciales, cuyos parámetros serían:
I. Visual: que abarca la información adquirida a través de la vista.
II. No visual / sensorial: que abarca la información adquirida a través del oído, y se extiende a lo percibido a través del olfato y el gusto, incluso a veces al tacto.
III. Inferencia: basado en la evidencia visible o tangible, o resultado.
IV. Conjetura: basado en el resultado del razonamiento, la suposición o simplemente conocimiento general.
V. Testimonio de oídas (hearsay): para la información reportada sin referencia a aquellos que la comunican.
VI. Citativo: para la información con una referencia explícita a la fuente citada.
La autora representa los sistemas evidenciales del mundo y los distribuye dependiendo de las elecciones de los hablantes, como vemos en la tabla que reproducimos a continuación (Tabla 1):
Aikhenvald (2004: 105) distingue entre lenguas con sistemas evidenciales, como el quechua o el aimara, y lenguas con estrategias evidenciales como el español o el inglés, por lo que la evidencialidad puede expresarse a través de recursos lingüísticos distintos en español, a través de estructuras léxicas, pero no existe un paradigma de marcadores obligatorios como en quechua, por ejemplo. La lengua española no posee una categoría gramatical que exprese la evidencialidad; sin embargo, los hablantes recurren a otros recursos léxicos o gramaticales para expresarla. Así observamos en español cómo la evidencialidad puede expresarse mediante adverbios (evidentemente, probablemente, supuestamente), adjetivos (obvio), marcadores discursivos (por lo visto), tiempos verbales (el pretérito imperfecto, el pretérito pluscuamperfecto, el futuro, el condicional), verbos modales (deber de) o verbos de comunicación (dice), elemento del que nos ocuparemos en este artículo.
2.1. la expresión de la evidencialidad en quechua
La lengua quechua, a diferencia del español, posee sistemas específicos destinados a marcar morfosintácticamente la evidencialidad, es decir, la fuente de información enunciada por el hablante.
La bibliografía especializada (Cerrón-Palomino 1994: 131-133, 1987: 266-267; Floyd: 1999; de Granda 2001: 195; Andrade 2007; Dankel y Soto 2012; Dankel 2017, entre otros) explica que en quechua los hablantes emplean tres sufijos para marcar la procedencia de la información enunciada, además del grado de confiabilidad de esta. Los hablantes utilizan tres tipos de morfemas para expresar lo observado personal o directamente, con el evidencial directo -m(i), y para expresar los hechos observados indirectamente o no personalmente, emplean los morfemas reportativos -sh(i)/s(i) y los morfemas conjeturales -chi/ch(r)a.
El sufijo quechua -m(i) tiene un valor de evidencia directa, es decir, expresa una enunciación conocida de primera mano (Dankel y Soto 2012: 201; Adelaar 1997). Se emplea para señalar lo que el hablante ha presenciado y puede afirmarlo con seguridad. Faller (2002 ) propone que el criterio es “la mejor evidencia disponible”. Así, el hablante cuando usa este sufijo está comprometiéndose con la veracidad de lo que expone.
(6) Pero upyaptikim rabyakuu ya’a. [Traducción: Pero cuando tú bebes yo me enfado] (Floyd 1999: 32)
El morfema quechua -sh(i)/-s(i) tiene un valor reportativo. Según De Granda (2001: 195), indica “el conocimiento de un dato a través de informes recibidos y no por experiencia directa del hablante” sin apuntar de quién ha recibido esta información. Adelaar (1997 : 7) explica que el hablante “se comporta como un instrumento de transmisión de una tradición, en la que ya no encajan modalidades de tipo individual y subjetivo”. Tal y como indica Andrade (2007 : 24), el uso de este morfema no indica que se ponga en cuestión la veracidad de la afirmación, sino que el hablante se distancia de lo dicho porque no puede asegurarlo con totalidad, porque se presenta la información dada por otro.
(7) Maryasi llakshari 2 kayan [Traducción: María está triste también (he oído)] (Floyd 1999: 30).
Autores como Floyd (1999: 133-140), indican que los quechuahablantes emplean estos evidenciales reportativos -sh(i)/-s(i) en relatos folclóricos, como cuentos, leyendas, mitos, incluso en adivinanzas. Faller (2002 : 190), además, afirma que en el quechua cuzqueño los evidenciales reportativos son prácticamente obligatorios en este género, no solo en los relatos que son trasmitidos de persona a persona, de generación en generación, sino que cuando un narrador inventa una historia, un cuento, un relato, lo cuenta utilizando el reportativo.
Olbertz (2005 : 84), además, explica que en Ecuador hay cierta tendencia a utilizar la forma verbal nin (3.ª persona del singular del presente de indicativo del verbo ‘decir’) para expresar la misma función reportativa del sufijo -shi/-si. Según Taylor (1996 : 265), nin es un calco literal de la forma dicen en español.
Asimismo, para codificar el discurso directo en quechua, los hablantes utilizan el verbo niy (‘decir’), añadiendo a su raíz el morfema quechua -s(h) pa-, cuyo equivalente en español es el gerundio -ndo, como vemos en el siguiente ejemplo:
(8) Otra vez qayan “Papáá”, nispan. Mana pipas kuntestanmanchu. [Traducción: Otra vez grita diciendo: “Papá”. Nadie le contestaría] (Andrade 2017: 67).
Andrade (2007 : 65 y ss.) indica que este marcador se sitúa inmediatamente después de la cita directa y a su vez forma parte de la cláusula subordinada de la cita. Funciona como subordinador al constituyente principal de la oración. Además, otra característica de la forma nis(h)pa, a diferencia del castellano, es que puede flexionarse, como vemos en (8) donde se le añade la marca -n (3.ª persona del singular), mientras que en español su equivalente diciendo, no puede tener una marca como esta.
Por otro lado, los hablantes recurren al sufijo -ch(r)a/-chi para marcar la conjetura o suposición, es decir, para expresar “un enunciado como una probabilidad” (Dankel y Soto, 2012: 101). Cuando se emplea este morfema, el hablante tiene indicios de lo que expresa (Andrade 2007: 24):
(9) Tropellamuxtinkutaxcha ari baleamun al aireta solo policiaspis de diendekamunku. [Traducción: Y seguramente por la agresión dispararon al aire la policía solo defendió.] (Dankel y Soto 2012: 101-102).
Investigaciones recientes como la de Hintz y Hintz (2017: 94) explican, además, que en el quechua central existen unos sistemas evidenciales más complejos, que reflejan la construcción internacional del conocimiento.
Los autores proponen otra diferencia entre los segmentos -mi y -cha: el uso de -mi como un asertivo de conocimiento individual, y el uso de -cha para expresar el conocimiento compartido (mutual knowledge) por la comunidad participante en la conversación:
(10) Tsaypami qatiyaran mamaykikuna. [Traducción: Por ese camino tus antepasados pastoreaban animales (yo afirmo)] (Hintz y Hintz 2017: 96).
(11) Tsaypacha qatiyaran mamaykikuna. [Traducción: Por ese camino tus antepasados pastoreaban animales (tal como nosotros sabemos)] (Hintz y Hintz 2017: 96).
Cabe destacar, además, que el quechua posee otro mecanismo para expresar la evidencialidad. El hablante hace una distinción marcando verbalmente la acción que experimenta 3 a través del morfema -rqa para hablar de un pasado experimentado y utiliza los morfemas -ñaq o -s(h)qa para hablar delpasado no experimentado (Cusihuamán 1976; de Granda 2001: 194-195; Cerrón-Palomino 1987: 194-195, 227, Andrade 2007: 30), como vemos en los siguientes ejemplos:
(12) Parashasqa. [Traducción: ‘Llovió’ (el hablante lo supo de oídas o lo infiere)]. (Andrade 2007: 30).
(13) Parasharqan. [Traducción: ‘Llovió’ (el hablante lo vio)]. (Andrade 2007: 30).
3. DESCRIPCIÓN DEL CORPUS Y METODOLOGÍA
El corpus utilizado para este estudio se compone de catorce entrevistas semidirigidas a hablantes bilingües español-quechua de la ciudad de Juliaca 4 , que pertenece a la región de Puno, en Perú. Las entrevistas se realizaron en un formato de conversación informal donde se abordaban temas diseñados en un protocolo previo (tradiciones, los hábitos de la comunidad, sus fiestas, costumbres, mitos, leyendas, vida personal (pasado), anécdotas personales y de los vecinos de la zona). Al realizar este trabajo de campo, se buscaba que la muestra fuera lo más cercana al habla natural, y, por consiguiente, las conversaciones eran flexibles y dinámicas en un ambiente relajado en el que los hablantes se sintieran cómodos y hablaran de manera espontánea y libre. Se realizaron en el contexto habitual del hablante para que los fenómenos lingüísticos surgieran de forma natural en el marco de una conversación distendida.
Después de transcribir las entrevistas con el programa ELAN 5 , se extrajeron fragmentos de las narraciones de hechos que han sucedido en la ciudad de Juliaca, ya sean historias cercanas al hablante o historias populares como cuentos, leyendas o mitos de la zona. No se compendiaron las narraciones de historias personales, dado que en ellas no apareció en ningún caso la forma dice (ni sus derivados). Esto quiere decir que estas formas no se utilizan para marcar una evidencia directa.
Para el análisis, examinamos todas las variantes del verbo decir que poseyeran una función distinta a las funciones propias del español estándar normativo realizadas con el verbo decir que expresan evidencialidad referida, es decir, aquellas formas prototípicas como las construcciones impersonales (14) y las construcciones de estilo directo (15) e indirecto (16).
(14) No estoy seguro, no me lo conozco al pie de la letra, pero se dice que en el campo cuando una persona anda por las noches así. El Kharisiri aparece y te saca el, te saca el sebo, el sebo, te roba el sebo. Te mata.
(15) […] ella no quería pue le tenía miedo, decía: “¿Por qué yo me voy a casar?”.
(16) Fue un éxito todo, pero al regresar se cayó el carro, desapareció, pero la gente dice que siempre los escucha tocar. Tocan fabuloso porque ya no vas a volver a aparecer.
La metodología elegida para este estudio constituye principalmente un análisis cualitativo regulativo. El objetivo principal es descubrir patrones de uso de la forma dice a través de los casos observados en las narraciones de historias de los hablantes de Juliaca. Así pues, se presentarán los casos típicos y sistemáticos del empleo de este marcador.
4. ANÁLISIS DE DATOS
Siguiendo los estudios de Andrade (2007 ), Dankel (2017 ), Olbertz (2005 ) y Palacios (en este volumen), el objetivo del análisis es describir los usos de dice y profundizar en sus valores. De esta manera, observaremos la distribución sintáctica de estas formas y describiremos sus características semántico-discursivas dentro de su contexto comunicativo.
Comenzamos el análisis haciendo un conteo de las formas de dice. Tal y como hemos comentado anteriormente (§3), en nuestra selección de fragmentos orales no se ha encontrado la forma dice (o sus variantes) con función de evidencial directo. Cuando el hablante relata una historia que ha vivido, utiliza el verbo decir o verbos de comunicación con su sentido prototípico, además de utilizar el estilo directo como vemos en (17).
(17) C: un médico que llegó del Cusco. Y él me- yo le dije- Él vivía aquí alquilado y le digo: “cómprese un terrenito que se hace-, si usted lo compra con fe, se le va a cumplir”. Y se compró pue, lo hemos challado. Todo. Y al año ya tiene su terreno.
E: ¿Ah sí?
C: Sí y el problema del terrenito que habíamos comprado estaba mal medido, o sea, me dice: “oye, me han medido mal” y efectivamente cuando compró el terreno tuvo problemas y- pero yo le digo: “tenga fe, que le va a ir bien”. Y así él iba y se compraba una ambulancia, se compraba una clínica y ha logrado tener todo eso.
En nuestro corpus, hemos observado que, en las narraciones orales, como señala la bibliografía especializada, dice tendría una función evidencial indirecta reportativa. Además de aparecer la forma dice, se registran las formas que dice que, en 1 ocasión; dice que, aparece en 3 ocasiones, si bien la forma dice es la más extendida con 55 casos.
Cabe destacar que las formas dizque (descrita en el español boliviano por Babel (2009 ), Dankel (2017 ) y Dankel y Soto (2012) y en el español ecuatoriano por Olbertz (2005 )) y diciendo (descrita en el español peruano por Andrade (2017 )) no han aparecido en las narraciones orales de esta zona. Por lo tanto, la distribución de esta forma aparece con las siguientes
frecuencias:
2
Pasamos a examinar el contexto sintáctico de aparición de dice. Al extraer los casos, observamos que dice se presenta siempre unido a un segmento informativo. Nunca aparece aislado. A nivel de la oración, encontramos que este marcador posee flexibilidad de movilidad en la oración situándose: en posición inicial un 16,36 % de las ocasiones, en posición intermedia de la oración un 34,55 % o al final de la oración más frecuentemente, el 49,09% de las veces, tal como observamos en la tabla 3. Esto difiere del uso de dizque (en otras áreas andinas) que no se da en posición final dado que en esta forma se incluye el subordinador que, lo que le obliga a ubicarse en posición inicial o intermedia.
3
Continuamos analizando el empleo de dice para conocer su uso y sus características semántico-discursivas.
Los mecanismos para expresar la evidencialidad utilizados en quechua (§ 2.1) se han incorporado al español andino debido al contacto histórico e intenso entre estas dos lenguas, tal como se ha mostrado en estudios sobre el español de Perú (A. Escobar 1978; A. M. Escobar 2001; Andrade 2007, 2017), de Bolivia (Dankel y Soto 2012; Dankel 2017; Babel 2009), de Ecuador (Olbertz 2005; Toscano 1953) y en el noroeste argentino (Fernández Lávaque 1998). Los hablantes han incorporado un nuevo valor reportativo en las formas verbales dice, dice que o dizque, más allá de las construcciones impersonales o citativas del verbo decir del español estándar normativo. En estos estudios, se ha observado que el objetivo comunicativo del hablante al emplear dice es enunciar una información que él no ha experimentado y que no conoce de primera mano, sino que alguien previamente se la ha contado sin especificar la fuente de la información.
Como observamos en (18) dice cumple la función reportativa descrita en la bibliografía:
(18) Ahí dice estaban bailando y había una señorita arequipeña, se acercó y a una señorita desde acá pa’ acá le había cortao dice, que era con cúter dice. Y la otra corrió a tajarle o a ella primero, no sé, no lo entendí bien. Y de la otra desde la frente hasta por acá, como no le ha alcanzao al ojo, esto está cortao así, así, así, así. Anoche por tele pasó. Son universitarias esas personas.
En este ejemplo la colaboradora es preguntada por una historia que haya pasado recientemente en la ciudad. Ella utiliza dice en tres ocasiones durante su intervención marcando que esta información que está contando ha sido recibida de oídas ya que ella no ha estado en el lugar de los hechos. Así, la hablante reduce estratégicamente la fuerza de su afirmación, ya que, por efecto del evidencial, la información se presenta como ajena al hablante y al interlocutor. Tal y como presenta Mushin (2001: 15), “speakers legitimate their utterances by indexing the information appropriately to the relationship between interlocutors and the speaker’s involvement (or lack of involvement) in the information they communicate”, la hablante se distancia de lo que comunica y, al emplear dice en sus enunciados, atenúa su discurso y reduce así su compromiso con la afirmación. De esta manera, la hablante no se compromete con la veracidad del discurso y puede conseguir más fácilmente la aceptación del interlocutor. Además, no especifica la identidad de la fuente informativa hasta al final de su intervención señalando que esto lo vio en la televisión (“anoche por tele pasó”). En ese caso, estamos ante un distanciamiento cognitivo, tal y como explica Palmer (1986: 4-7); el grado de confiabilidad del hablante con respecto a la información comunicada puede no ser total porque, aunque los datos que reporta proceden de la televisión, que en principio es una fuente de veracidad, la fiabilidad de la información se deslinda de la fuente la información.
Si analizamos la estructura discursiva de estos hechos, la locutora emplea dice en tres ocasiones. La primera de ella en posición inicial (Ahí dice estaban bailando), con un valor de introducción de la historia. Los otros dos casos de dice son finales, cerrando informaciones relevantes: “que le han cortado”, “que es con cúter”.
En el siguiente ejemplo (19) se observan valores relacionados con la narración:
(19)
C: eh los esclavos en las épocas en que los españoles habían venido a conquistar supuestamente ¿no?
E: Sí.
I: Aquí a la gente de Perú.
E: Sí.
I: Entonces los tenían acorralados en un socavón y los soldados que, este, estaban a punto de ser muertos por o victimizados, ¿no? por los conquistadores.
E: Sí.
I: ¿no?
[RÍEN]
C: Entonces apareció dice una mujer morena de pronto ahí en el fondo del socavón.
E: Sí, sí.
C: una mujer morena que empezó dice a botar fuegos por sus manos me cuentan, ¿no? Entonces de allí, dice que los españoles salieron, o sea, los conquistadores salieron. Usted también es española ¿no?
[RÍEN]
C: Salieron y los soldados, los cautivos, llegaron a ser libres y la imagen de ella quedó plasmada, pue, en la roca del, de, ese socavón, de ese lugar ¿no? Entonces, este, era una mujer morena y por eso le dijeron Virgen de las Candelas, porque es de la Candelaria. Está en la parte posterior del Cancharani en Puno. Entonces eso por ejemplo para mí es una leyenda, no he visto, no lo he visto, no me consta.
En (19), la interlocutora pregunta a la colaboradora por una leyenda o cuento de la zona. La colaboradora cuenta la historia de la aparición de una virgen. En su discurso, la hablante utiliza en tres ocasiones dice. Sin embargo, en esta ocasión la narradora deja claro en varias ocasiones que lo que cuenta es una leyenda, que ella no ha presenciado esta situación y que por lo tanto no le consta, por lo que insiste en que ella no es la fuente de la información. Las estructuras “me cuentan”, “no he visto”, “no lo he visto”, “no me consta” evidencian que la hablante está contando una información de oídas. A esta cadena de evidenciales que marcan que es una historia contada y que no es una experiencia vivida, se une el pretérito pluscuamperfecto de la frase “en las épocas en que los españoles habían venido a conquistar supuestamente”; según García Tesoro (2015 : 56), “el pluscuamperfecto tiene valores evidenciales que enfatizan que los hechos narrados no fueron experimentados o vistos en primera persona por el hablante, sino que está reportando una información que procede bien de otra persona o que se refiere a hechos míticos que se remontan muchos años atrás”. Esto sería una muestra más de distanciamiento de la información para marcar que se trata de una historia contada. Estos elementos dan libertad a que dice se constituya como un marcador narrativo, porque ya se ha marcado la parte reportativa. Así pues, la función de dice en este fragmento es marcar que estamos ante una leyenda, un relato, una narración, y, de esta manera, dice permite construir ese marco narrativo en el que funciona la historia y de la que el hablante se distancia discursivamente.
Por ello, tal como apunta Andrade (2007 ) y Chang (2018 ), en este caso dice funciona como marcador narrativo como elemento creador del marco de la narración. En el ejemplo (19) observamos que la hablante después de contextualizar cuándo ocurre el evento, presenta el primer hecho importante de la historia marcándolo con dice: “Entonces apareció dice una mujer morena de pronto ahí en el fondo del socavón”, continúa con el siguiente suceso utilizando de nuevo el marcador: “una mujer morena que empezó dice a botar fuegos por sus manos me cuentan, ¿no?”. A esta historia suma otro hecho importante que para la narradora es importante incluir puesto que está relacionada con la interlocutora, pues es española, y considera que tiene que saber ese dato: “Entonces de allí, dice que los españoles salieron, o sea, los conquistadores salieron”. Bien para cambiar de tópico o para introducir ese nuevo acontecimiento a la información contada, la hablante introduce su nuevo enunciado con un dice que inicial. En este caso, tanto los marcadores dice que aparecen en los dos primeros enunciados, como dice que, en el tercero, funcionan como marcadores narrativos: la locutora no presenta la fuente de la información, dado que ya lo ha hecho con otros elementos gramaticales, sino que indica el marco narrativo apropiado para que el oyente sepa que se trata de una narrativa, de una leyenda, y marca cada uno de los hechos de la historia insistentemente como partes integrantes de ese marco, codifica el género discursivo en el que se inscribe su relato. Estamos pues, ante un distanciamiento discursivo, más que ante un distanciamiento cognitivo como veíamos en el anterior ejemplo (18). Dice indicaría que estamos ante una historia tradicional de la misma manera que en quechua se marca este tipo de historias y cuentos con el marcador -s(h)i, como indica Floyd (1999: 136-137): “reportative marking here [folktales] is principally a characteristic feature of the genre, not an indicator of hearsay […]. To speak of a uniquely identifiable information source in a folktale is missing something of the very character of the genre”.
Veamos en la narración (20) cómo otro colaborador emplea dice como marcador narrativo:
(20)
C: A ver, uno de ellos, a ver de allá deee… Decía misss... mi abuela, [PAUSA] por parte de mi mamá, que allá por Cabanillas ¿no? Ella era de Cabanillas, o sea, la mamá de mi mamá.
E: Mm, mm [AFIRMANDO].
C: Ya está-, ya falleció hace tiempo. Eeeh Contaba, me contaba, asííí que en su tierra, cuando era pequeña ella pastoreaba ovejas en el campo y… así pequeñita entonces, en cierta ocasión pues estaba pasteando cerca un panteón. Un panteón de muertos. Entonces, eh… estaba-, sería, pue, mediodía o… Más o menos, pasada la tarde ya. Y dice el panteón estaba… saliendo una cosa… negra, ¿no? Una cosa que estaba haciendo polvo, ¿no?, levantando polvo. Y ella chiquita, pues, curiosa, mira, mira y observa un poco que se acerca así al panteón y dice que vio, pues, que estaba saliendo una, una cosa que estaba pateando hacia arriba con los pies, así más o menos ¿no? se veía. Entonces, mira más, mira más la chiquita y dice sale una cosa como gente, ¿no?, como persona. Así como… Era mujer y sale del (( )) sus cabellos dice que eran como a los pies. HARto cabello tenía y salió y se levantó de pie, dice de su tumba [PAUSA] y empezó a caminar dice, este, aullando ¿no? como perro más o menos, imitaba al perro. Hacia el norte empezó a caminar dice hacia el norte. Ese rato ella recién se asustó dice, pues. Se ocultó. De repente me va a ver y me va a hacer daño, me va-. Porque antes creían que s- eran espíritus, que se llamaban, ellos en el campo lo dicen “condenado”, ¿no? Entonces, ellos comen dice a las chiquitas, ¿no? Eso hacían creer, entonces, ella inmediatamente dijo: «Me va a comer mejor me escondo», ¿no? Se agazapó, pues, en el campo, ¿no? Se ocultó. Y vio que salió del panteón dice, y empezó a caminar dice, y asustada ella dice… dejó las ovejitas y fue avisar, pues, a la casa donde [PAUSA] estaban los mayores, ¿no? Personas. Señorita, es un cuentito del campo de mi abuela.
En (20) el marcador dice funciona como una pieza importante para la construcción de su discurso y de su interacción con el interlocutor. Dice ayuda al hablante a estructurar la historia. Comienza su intervención contextualizando los hechos, aclarando que es una historia de su abuela que falleció (quién es la protagonista), que sucedió cuando era pequeña al final de la tarde (establece cuándo ocurrió), que ocurrió en su tierra (Cabanillas) en el campo cerca de un panteón (dónde ocurrió), es decir, hace una introducción de la historia. A partir de ahí comienza a contar la historia a través del marcador dice (dice el panteón estaba) y con ello se adentra en el mundo narrativo. El narrador continúa el relato distanciándose, diciendo “ella chiquita”, ya no es la abuela la protagonista, sino la chiquita a la que le ocurren los hechos. Así la voz de la abuela se diluye y dice funciona como un enumerador de acontecimientos: “dice sale una cosa como gente, ¿no?”, “sus cabellos dice que eran como a los pies”, “y se levantó de pie, dice de su tumba”, “y empezó a caminar dice, este, aullando ¿no?”, “hacia el norte empezó a caminar dice hacia el norte”, “vio que salió del panteón dice”, “y empezó a caminar dice” y “asustada ella dice… dejó las ovejitas”. El empleo de dice aquí es una herramienta o una estrategia fundamental del narrador para marcar el género discursivo, que se trata de una historia, pues así lo constata cuando acaba la historia “Señorita, es un cuentito del campo de mi abuela”.
Después de analizar los ejemplos (18), (19) y (20) nos preguntamos si cuando los hablantes deciden usar dice en sus historias están separando sus funciones de marcador de distanciamiento cognitivo y de distanciamiento discursivo. Como vemos en el ejemplo (21), la marcación evidencial y la marcación narrativa pueden solaparse:
(21)
C: [RÍE] Algo mágico. ¿Del condenao que camina te cuento de noche?
[RIE]
E: ¡Ay sí! Cuénteme eso.
C: Es un fantasma camina en la noche allí en la esquina dice. Media noche a esa hora.
E: Sí.
I: Hay un hombre, dice. Una señorita, no es un hombre. [RÍE] Ya me estoy inventando. Una señorita dice camina biEN arregladita. Y… toda esta avenida dice que se vuelve boNIto lleno de luces así. Bien arregladito es pura pista dice se convierte de noche esta avenida hasta la pista, así dice. Y cuando ves eso dice, te vuelves loca porque una vecina había visto se ha enfermao de tres veces. De tres meses se ha muerto.
En el ejemplo (21) la función tradicional de marcador de fuente de información se difumina. La hablante es preguntada por una historia o un cuento que sucediese en Juliaca. La narradora está contando una historia popular conocida de la zona y la narradora sabe que se trata de un cuento tradicional, por lo que no tiene la necesidad de marcar continuamente que la información la conoce de oídas, que ha pasado de persona a persona, de generación en generación y no tiene que justificar que no es la autora o responsable de la información. En la narración de este relato, se detecta el empleo de dice. En este caso, lo que la hablante pretende con el marcador es señalar o explicitar el marco narrativo para que el relato se entienda. Así, la hablante persigue que la interlocutora sepa que es una narrativa. La interlocutora, por su parte, tampoco se pregunta quién es la fuente, no espera recibir esa información porque sabe que es una historia popular de una fuente anónima. La razón de este uso es la marcación del género, lo está utilizando como marcador narrativo. Así pues, dice opera como estructurador del discurso, como elemento de creación del marco narrativo con un valor continuativo de la historia. Esta repetición de dice en cada información aporta cuerpo a la historia. Podemos decir que dice como marcador narrativo se presenta en la intervención bajo una doble perspectiva funcional discursiva: sirve para señalar las distintas etapas del desarrollo de la historia, pues acompaña a cada uno de los hechos aportados y, por otro lado, sirve para facilitar la comprensión del interlocutor, dice permite enlazar los distintos sucesos de la narración y dar cuenta de que la historia no se ha acabado, sino que continúa. En este caso vemos que dice puede tener otra función, aunque en cierto modo difuminada, relacionada con el dominio epistémico. A pesar de que es una leyenda conocida por todos, la hablante puede querer trasmitir a su interlocutora que esa información que expone quizá no sea del todo confiable, pues hay indicios de que ella no cree en esa leyenda; vemos en el ejemplo (21) que la locutora empieza su discurso riendo. Esto hace pensar que ella pone en marcha la estrategia intersubjetiva. La intersubjetividad según Traugott (2003 : 128) es: “explicit expression to the ‘self’ of the addresse in both an epistemic sense (paying attention to their presumed attitudes to the content of what is said), and in a more social sense (paying attention to their ‘face’ or ‘image needs’ associated with social stance and identity), whether or not there is mutual understanding”. Es decir, el ejemplo muestra cómo la hablante, además de distanciarse discursivamente, como hemos visto previamente, se distancia de la historia para guardar su imagen (atenuación del hablante) con respecto de la interlocutora, para evitar probablemente algún rechazo. Ella comienza la historia diciendo que va a contar “algo mágico” entre risas, considerando que la interlocutora no va a creer esa información dado que no pertenece a la misma comunidad, de esta manera evita responsabilizarse de lo dicho o formar parte de aquellos que ven la historia como mágica; de esta manera, puede acercarse al interlocutor mostrando su distanciamiento de la leyenda.
Si continuamos analizando las historias que nos han contado nuestros colaboradores, hemos observado una estructura que se repite con frecuencia, se trata de la forma dice seguida del marcador pues. Como vemos en el siguiente fragmento (22):
(22)
E: ¿Pero solo le ha pasado a ella o le ha pasado a más gente?
C1: No sé. A ella, después dice un vecino, borrachito dice, una señorita biEN bonita dice le quería llevar a la pista. "Acompáñame», dice. Bonita dice. BoNIta era la señorita ha dicho.
C2 : Cómo lo que pasó en Arequipa, ¿no? En el puente Grau ¿algo así?
C1: Sí, ¿cómo se dice? ¿La Mónica?
C2: La Mónica.
C1: Ahá. [ASIENTE] La Mónica. Así dice pue.
E: ¿qué es eso de -
C1: Eso dice borrachito, dice esto. TOda esta calle LLEno de luces, dice pues, hacía boNIto de ambos lados dice hay luces
pues. Esto TOdo, PISta dice se convierte pue de noche esto. Me da miedo mirarlo, de noche ya no me miro.
E: No, no mejor, no, mejor no mirar.
En (22), la misma hablante que nos cuenta la historia del ejemplo (21) narra otra historia relacionada con ese ejemplo. La entrevistadora se interesa por saber si ha sucedido más veces en Juliaca, otro colaborador (C2 ) que escuchaba nuestra conversación participa en el diálogo diciendo que también ocurrió algo similar en Arequipa. Como vimos en el ejemplo (21), donde había un distanciamiento cognitivo por varios indicios de la conversación (empezó el discurso riéndose al ser preguntada por una leyenda, diciendo que contaría “algo mágico” entre risas) aparte del distanciamiento narrativo, la hablante indica en la continuación del diálogo en (22) que esta historia ha pasado más veces y cuenta otro caso; su tono de voz cambia a uno más serio y de preocupación. En este fragmento de la conversación volvemos a encontrar dice con un significado narrativo, la hablante lo utiliza para prevenir que es una narración y lo utiliza marcando cada dato que aporta sobre la historia. La hablante, a pesar de no haber vivido en primera persona esta historia, reconoce que le “da miedo mirarlo [la calle], de noche ya no me miro”. Esto nos indica que ya no hay distanciamiento cognitivo de la historia, por lo que dice en este fragmento de la conversación ha perdido ese valor epistémico que veíamos previamente.
De esta manera, la narradora introduce la historia con “dice un vecino, borrachito dice”, nos sumerge así en el mundo narrativo, como en el lenguaje narrativo infantil diríamos “érase una vez un vecino borrachito…”, es decir, dice introduce la historia como podría hacerlo su equivalente érase una vez. Para presentar a otra protagonista de la historia lo hace añadiendo dice a este nuevo dato: “una señorita bien bonita dice”. La historia es interrumpida porque otra persona de la sala se percata de que esto que narra ha ocurrido en más zonas del Perú, la hablante para retomar la narración lo hace con dice porque quiere expresar que está contando una historia: “Eso dice borrachito, dice esto. TOda esta calle LLEno de luces, dice pues”. Nos resulta llamativo que en esta parte de la conversación aparece la estructura dice + pues en cuatro ocasiones: “La Mónica, así dice pues”, “toda esta calle lleno de luces dice pues”, “hacía bonito de ambos lados dice hay luces pues” y “PISta dice se convierte pue de noche esto”. El primer pues que aparece podría ser un marcador de confirmación, tal y como indican Soto Rodríguez (2013 ) y Zavala (2006 ), sin embargo, las demás combinaciones dice + pues podrían tener un valor distinto. Zavala (2006 : 70-75) explica que el marcador pues refleja las funciones del sufijo -mi del quechua. Sin embargo, la autora no relaciona este marcador con un valor de experiencia directa de primera mano, como lo hizo Weber (1986 ); siguiendo a Nuckolls (1993 ), explica que el sufijo -mi en quechua tiene un significado más general y abstracto relacionado con la convicción personal, es decir, los hablantes al emplearlo indicarían su compromiso con la verdad de la información. Ahora bien, en estos casos en (19), encontramos dice —que tradicionalmente se ha considerado un marcador de evidencia indirecta con el cual hablante no se compromete con la información—, seguido del marcador pues —que según estos autores expresaría convicción personal—, lo que podría hacernos pensar que es algo contradictorio. Sin embargo, este uso de pues junto a dice puede indicarnos una vez más que dice ha perdido su valor de marcador evidencial reportativo, para expresar únicamente que estamos ante una narración; la hablante lo está utilizando para indicar que lo que está contando es una historia y que, además, con este pues, valida la historia, ya que indicaría que está convencida de que esto ocurre en la carretera de Juliaca.
Analizamos un último ejemplo (23) en donde también encontramos la combinación de dice y pues en la narración de la historia:
(23)
C: aquí muchos cuentos tenemos de que se les presenta inclusive a mí me acuerdo que un perro negro me quería llevar con su hocico me quería jalar y mi mamá me tuvo que hacer curar y todo eso. Pero siempre todo el mundo dijo que esta parte de acá toda esta parte es mala, mala parte. Entonces no dejar a los niños chiquitos con el problema de ese vecino, así se murió loquito hasta los treinta años habrá vivido y muchos casos de acá ¿no? Cuando construyeron el Coliseo escarbaron los trabajadores y encontraron bastantes esqueletos. Bueno, como era cementerio.
E: ¡Qué miedo!
C: y se murieron bastantes y ahí uno de ellos cuenta ¿no? que era un vecino de acá que trabajaba dice casi se volvió loco, entonces qué pasó. Cuando ya sanó, su mamá, su esposa le hicieron curar todo, y él nos cuenta ¿no? Que dice que del Coliseo mareadito venía de haber tomado, pue, ¿no? Dice, venía y era pue dice, como un hombre pero con alas que lo llamaba, que lo llamaba… Cuando dice: «¿Qué es? » se voltéa «¿qué es eso?» Mira y ya no había. Dice estuvo mal también,
le hicieron curar con curanderos, todo.
En (23) otra colaboradora es preguntada por alguna historia, cuento o leyenda de la zona. Comienza contando que a ella le han pasado muchos “cuentos” en referencia a las historias insólitas que ha escuchado. De esta manera la narradora contextualiza que viven en una zona misteriosa por la cantidad de historias que se conocen allí. Cuando narra una historia de un vecino, comienza detallando la fuente de la información “uno de ellos cuenta”, esto quiere decir que los siguientes dice que aparecen en la conversación no están marcando reportatividad necesariamente, ya que la fuente indirecta ha sido explicitada. La aparición de dice se consolida como un marcador narrativo. Así, aborda la historia marcando el primer hecho importante (qué pasó): “era un vecino de acá que trabaja dice casi se volvió loco”. Continúa la historia señalando explícitamente la fuente de información “él nos cuenta”, lo que nos confirma que dice no funciona ya como marcador evidencial reportativo, como habíamos visto antes. A continuación, observamos que la narradora marca los distintos sucesos “Que dice que del Coliseo mareadito venía de haber tomado”, “Dice, venía” y “era pue dice, como un hombre pero con alas que lo llamaba” aportando cuerpo a la historia enlazando los hechos. Y marca el final de la narración comenzando la frase con dice: “Dice estuvo mal también”.
Una vez más encontramos en (23) dice como marcador de la narración con la función de estructurador de la historia, con el fin de marcar cada hecho o dato que la hablante considera relevante para el oyente y para recordar, asimismo, que estamos ante una narración. La inserción del marcador pues en el discurso complejiza la estrategia discursiva de la hablante, ya que trasciende el valor puramente narrativo; expresa la convicción de que la historia que ella cuenta puede ser verdadera, a pesar de que no la ha experimentado y de que la haya conocido por una fuente indirecta. Es interesante observar que la combinación de pues + dice tiene un orden distinto al que habíamos visto en el ejemplo anterior: en esta ocasión dice se pospone a pues. Esto es, la hablante expresa con pues la certeza de los hechos, pero inmediatamente después añade el marcador dice que indica que es una narración, lo que le permite focalizar el hecho de que el acceso a la fuente de la información no es directa, que se trata de una historia por encima de su valor de verosimilitud.
5. DISCUSIÓN
Los casos expuestos en la sección anterior muestran que el sistema de marcación de evidencialidad indirecta reportativa codificado a través de la forma dice en las narraciones orales del español andino de Juliaca se aleja considerablemente de las estrategias de marcación evidencial del español, dada la pérdida de los valores semánticos y discursivos prototípicos del verbo decir en español.
El análisis manifiesta, además, que los hablantes con la forma dice pueden elegir dos patrones de discurso: (a) por un lado, indicar la fuente de la información, transmitir unos hechos conocidos de manera indirecta (ya sea por una tercera persona o que han oído). Esto es, se trata de una información reportada y no pueden justificar su veracidad, porque no la han experimentado o vivido o presenciado directamente; (b) por otro lado, marcar el mundo narrativo en el que suceden y tienen sentido los hechos narrados, distanciándose del mundo real presente. En los dos casos estamos ante un distanciamiento, como ya indicaba Andrade (2007 ): en (a), un distanciamiento cognitivo; en (b), un distanciamiento discursivo. De este modo, con el empleo del evidencial dice el hablante se posiciona en relación con el interlocutor orientando estratégicamente la información y desvinculándose de la información transmitida.
Por lo tanto, la elección de dice tiene una función comunicativa estratégica para el hablante: ya sea atenuar la fuerza del mensaje por no responsabilizarse de la información que reporta, porque no se han experimentado los hechos o no se los ha testificado, por guardar su imagen frente al interlocutor o ambas a la vez. En el caso del valor narrativo, tiene un carácter completamente discursivo: indicar que se trata de una narrativa, de un relato, de una leyenda, similar a las estrategias narrativas que funcionan en quechua y que se marcan con evidenciales.
En los ejemplos mostrados, vemos cómo la forma dice comienza a difuminar su valor evidencial para convertirse en un marcador del género narrativo. Con esta marcación de los hechos, dice facilita la comprensión de la información dentro de una estructura narrativa donde toma sentido, ya que funciona como una pieza importante en la construcción del discurso narrativo.
Además, según los datos analizados en la Tabla 2, se constata el uso mayoritario de la forma dice (el 85,94 % de las ocasiones), frente otras variantes del verbo decir presentes en otras áreas de español en contacto con otras lenguas. Esta forma tiende a consolidarse como única marca evidencial y narrativa en esta variedad. Además, como hemos visto a lo largo del análisis, este empleo de dice en las narraciones cumple con las características para considerarse un marcador discursivo. Según la definición de Martín Zorraquino y Portolés (1999):
Las palabras que funcionan como marcadores discursivos se caracterizan, pues, por ser prototípicamente invariables, o por tender claramente a la invariabilidad a través de sendos procesos de lexicalización -los cuales reducen a una unidad inanalizable un conjunto de constituyentes- y de gramaticalización -los signos gramaticalizados pasan a transformarse en elementos lingüísticos más abstractos, más instrumentales que aquellos a partir de los que se originan-; no ejercen una función lingüística en la predicación oracional: no afectan al contenido proposicional del segmento o de los segmentos del discurso junto a los que aparecen (de extensión desigual: puede tratarse de una oración o de los constituyentes de una oración o incluso de una palabra aislada) y a los que comentan (pueden comentar igualmente un contenido implícito: una situación extraverbal); y guían y apoyan a los interlocutores, de acuerdo con sus propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, en el procesamiento de a comunicación.
A través de los ejemplos mostrados hemos visto cómo dice, que tradicionalmente en las zonas de contacto con quechua había sido considerado como un marcador evidencial reportativo, ha perdido este valor para convertirse en un marcador de la narración. Los hablantes cuando cuentan una historia, una leyenda, un cuento o un mito no sienten la obligación o la necesidad de trasmitir que esa información que cuentan la han conocido de oídas, de generación en generación, sino que lo utilizan para avisar al interlocutor que lo que están contando es una historia (de la misma manera, Andrade (2007 ) analiza este mismo marcador en la narración de sueños). De ahí que los hablantes lo empleen estratégicamente para marcar el mundo narrativo y para enumerar los sucesos de la narración. Si, por otra parte, los hablantes quieren reportar que es una historia recibida indirectamente, ellos recurren a otras estrategias reportativas como el uso del pluscuamperfecto o las estructuras “no he visto”, “no me consta”, “me cuentan”.
Otro punto que constata que dice funciona como marcador discursivo es que observamos que el narrador se distancia de los hechos en tanto que forman parte de una narrativa y, por ello, puede tomar un papel más activo y evaluarlos; distancia su voz de la de los personajes que intervienen en la historia, como se hace en las narrativas quechuas. Un indicio más de esto es la incorporación del marcador pues. Los hablantes incluyen otros marcadores, como pues, para dar validez, credibilidad y mostrar convicción de su versión de la historia. Soto Rodríguez (2013 : 132) explica, además, que con pues los hablantes pueden manifestar la “certeza respecto a los hechos ocurridos” aunque los hechos pudieran ocurrir de otra manera por tratarse “de historias antiguas que hasta ahora no han sido corroboradas en su totalidad”.
Este cambio de marcador reportativo a marcador discursivo cumple con algunos principios de la gramaticalización (Lehmann 1995): la forma dice sufre una erosión semántica original independiente (bleaching), ha dejado atrás sus funciones morfosintácticas y semánticas propias del verbo. Pierde sus rasgos flexivos para mostrarse únicamente en la tercera persona del singular sin sujeto aparente. Se disipa su significado etimológico ‘manifestar con palabras el pensamiento’ 6 siguiendo un proceso de desemantización (Andrade 2007: 79). Como hemos observado, deja de funcionar como verbo, para pasar a marcador de evidencialidad reportativa y, más tarde, pierde estos valores de evidencialidad indirecta para convertirse en marcador obligatorio en la narración.
Desde Hopper y Traugott (2003 ) el proceso de gramaticalización se entiende como una evolución gradual de lo concreto a lo abstracto. Así lo hemos observado en los ejemplos analizados (en §4) con la forma dice:
3
Aunque en el español estándar los evidenciales no son marcas obligatorias, la situación de convivencia del español y del quechua durante siglos en esta zona ha hecho que la forma dice haya adquirido nuevos valores convirtiéndola en un marcador de evidencialidad y, a su vez, un marcador narrativo. Este cambio tiene como acelerador el contacto con el quechua, lengua que marca morfológicamente la evidencialidad. Como explica Andrade (2007 :23), el quechua posee “un sistema evidencial claramente identificable; es decir, corresponde al tipo de lenguas en las cuales la especificación de la fuente se expresa gramaticalmente”. En quechua la especificación de la fuente de información se hace mediante morfemas que operan a nivel oracional. Véanse en los siguientes ejemplos (ibid. 2007):
– Huwanmi tantata mikurqa (Juan comió un pan) ₋ Evidencia de primera mano.
– Huwansi tanta mikurqa (Se dice que Juan comió un pan) ₋ evidencia de oídas.
– Huwancha tantata mikurqa (Aparentemente, Juan comió un pan) ₋ conjetura.
De esta manera, un quechuahablante puede representar los datos alejándose de esa información en diferentes grados de expresión, transmitiendo una realidad observada de manera personal, o una realidad no observada y recibida indirectamente. Además, Floyd (1999: 136-137) señala un nuevo valor más en -s(h)i cuando se narran historias populares, como marcador propio del género.
Siguiendo la línea de Palacios (2007 : 263), considero que estamos ante un cambio indirecto inducido por contacto, es decir, “no se importa directamente material de otra lengua […]. [El hablante] aprovecha la evolución interna de esa lengua B para hacer aflorar estrategias gramaticales cuya funcionalidad comunicativa obedece a procesos cognitivos de la lengua A de contacto”. La existencia de la expresión de la evidencialidad y la narración en quechua hace al hablante bilingüe buscar recursos para expresarse en español. Es decir, el español posee estrategias para marcar que la información que se comunica ha sido recibida de segunda o de tercera mano con las formas impersonales del verbo decir. De este modo, la forma dice (3.ª persona del singular en presente de indicativo de decir) deja de tener valores impersonales y adquiere la característica de marcador reportativo y narrativo, por lo que no se produce una importación directa de la lengua quechua al español de un morfema, sino que los hablantes codifican su sistema videncial con estos nuevos valores impulsados por el quechua. De esta manera, vemos cómo se ha caracterizado en esta variedad, consolidándose dice como marca discursiva. Así pues, el uso de valores evidenciales y epistemiológicos y el empleo obligatorio de la marcación de la narración responde a la necesidad comunicativa del hablante ante su voluntad de posicionarse con respeto a la historia que transmite. El hablante explota las posibilidades que le da el español trasladando los valores o matices del quechua.
6. RECAPITULACIÓN FINAL
En resumen, los hablantes de Juliaca (Perú) emplean dice para marcar que están narrando una historia, un cuento, una leyenda o un mito. La forma verbal ha dejado atrás sus valores verbales y sus valores evidenciales reportativos, que conocíamos en algunas zonas del español en contacto con el quechua, para utilizarlo como un marcador del género narrativo. Dice permite al hablante construir el marco de la narración en el que funciona la historia. Tiene la función de marcar las distintas etapas narrativas, introduce el mundo narrativo y marca los sucesos importantes de la historia, enumerándolos, y los cambios de tópico. Ayuda a estructurar el relato. Así, presenta al interlocutor la historia, la leyenda, o cuento, tal y como en quechua se marcan las historias tradicionales con el sufijo -s(h)i. Los casos expuestos en las narraciones orales muestran que el sistema de marcación de evidencialidad indirecta reportativa codificado a través de la forma dice se han difuminado y observamos que dice se ha convertido en un marcador del género narrativo y funciona, de esta manera, como una pieza importante en la construcción del discurso.
La influencia del contacto del quechua con el español en esta área ha impulsado el cambio. La existencia de la expresión de la evidencialidad y la narración en quechua hace al hablante bilingüe buscar recursos para expresarse en español. La forma dice deja de tener valores impersonales y adquiere la característica de marcador reportativo, y, posteriormente, la de marcador narrativo: no se produce una importación directa de un morfema de la lengua quechua al español, sino que los hablantes codifican su sistema evidencial con estos nuevos valores impulsados por el quechua. Así dice se convierte una marca obligatoria en la narración, respondiendo a la necesidad comunicativa del hablante ante su voluntad de posicionarse con respeto a la historia que transmite.
Resumen:
1. INTRODUCCIÓN
2. ACERCA DE LA EVIDENCIALIDAD
2.1. la expresión de la evidencialidad en quechua
3. DESCRIPCIÓN DEL CORPUS Y METODOLOGÍA
4. ANÁLISIS DE DATOS
5. DISCUSIÓN
6. RECAPITULACIÓN FINAL